lunes, 9 de marzo de 2015

La cláusula invisible



Alguien sabe dónde vivo. Alguien sabe lo que hago. Alguien sabe lo que busco. Alguien sabe lo que pienso. Alguien sabe lo que veo. Alguien sabe lo que escucho. Alguien sabe cómo soy. Alguien sabe lo que quiero hacer antes de que quiera hacerlo. Es increíble. Alguien puede tener mi huella. Alguien sabe todo de mí, pero yo no sé nada de ese alguien.

La información que le he dado a una gran cantidad de páginas no ha sido privada. Mis datos personales ahora son parte de una gran base de datos en la que se especifica muy bien como soy. Toda la información que le doy a internet sobre mí vida le sirve a empresas para saber qué venderme.
Yo era escéptico frente a ese tema hasta que hace unos meses me di cuenta que en mis redes sociales solo circulaba publicidad referente a temas que me gustaban. 

El proporcionar información hace parte del contrato que se firma cuando se utiliza internet. Toda la información -desde una pequeña búsqueda en Wikipedia hasta la proporción de datos personales- va a ser utilizada para el reconocimiento de un sujeto como comprador a partir de sus gustos. Una jugada muy sucia por parte de las empresas.

Lo que me intriga no es saber por qué, sino quién. El por qué es fácil explicarlo: necesitan saber cómo soy para saber qué venderme y cómo vendérmelo. Pero me inquieta saber ¿Quién sabe todo sobre mí? ¿Qué piensa de mí después de saber todo lo que sabe? Me preocupa también el hecho de que mis datos en internet proporcionen una imagen equivocada de lo que soy. El hecho de que en algún punto de mi vida haya buscado cómo hacer bombas caseras o cómo montar una mina antipersonal no quiere decir que sea un terrorista. Solo un muchacho curioso por entender la maldad del mundo. A partir de esto me desvela el pensar que mi información personal sea pública pero me angustia más la idea de pensar cómo borrarla.

Internet –como los humanos- tiene memoria y es imposible borrar de la memoria de alguien algo que ya ha sido registrado. Claro, se puede dejar de circular esa información, pero esta, al ser registrada, permanecerá deambulando por la memoria de otros y es imposible controlar esa circulación. 

Es improbable que se elimine de internet información que atente contra la integridad de una persona. Por ejemplo: las fotos que circularon el año pasado de desnudos de una gran cantidad de celebridades aún circulan en internet (me contó un amigo). Eliminar estas fotos es imposible de hacer porque así se eliminen de los sitios de internet -que vendría a ser la memoria central- probablemente sigan circulando en una gran cantidad de computadores –que vendrían a ser unas memorias periféricas- en donde han sido guardadas. Eso aplica para todos los casos.

Entonces alegar por un derecho al olvido vendría a ser una pelea que no lograría nada. Si se logra regular el contenido de internet para eliminar el contenido que afecte la integridad de una persona, hay una gran posibilidad de que ese contenido ya esté almacenado en otra memoria. Le aseguro a Jennifer Lawrence que aunque ella pague lo que sea por borrar sus fotos de internet, estas ya no van a estar solo ahí porque ahora están en otra memoria y pueden volver a circular en cualquier momento.

La regulación de contenido en internet es algo incontrolable. NO se puede regular la circulación de información -aunque queramos- porque en una hiperconexión de memorias como lo es la conexión a internet, es imposible tener un control sobre todo. El contenido que a veces atenta contra la dignidad humana no es un problema para abrir un debate sobre la circulación de información en internet, es un problema para ponernos en tela de juicio a nosotros mismos como sociedad y a lo que somos capaces de hacer con las herramientas que nos son suministradas.

Utilizar internet es reconocer una clausula invisible escrita dentro de un contrato imaginario en el que están adscritos una serie de cosas intangibles como el respeto por la integridad personal y ajena. Hemos violado esta cláusula llevándola a los límites de la perversión, a inmiscuirnos en asuntos ajenos y hasta invadir la totalidad del otro. El problema no yace en internet, el problema está en el hombre puesto que internet es solo una herramienta. Y ya que el hombre es incorregible solo nos resta ser cuidadosos con la información que le damos a la red.

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